martes, 6 de mayo de 2008

LA CASA DE LOS HORRORES


El día 28 de abril el mundo sufría un duro golpe al conocer la que sin duda era la noticia del mes, puede incluso que la noticia del año. En un pueblo de Austria llamado Amstetten de unos 23.000 habitantes era descubierta la macabra situación en la que vivía una mujer con tres de sus hijos.

Elisabeth Fritzl tenía solo 11 años cuando su padre, un perito electrónico llamado Josef Fritzl comenzó a abusar sexualmente de ella. Elisabeth intentó escapar del seno familiar cuando contaba con 16 años y llegó hasta Viena, sin embargo fue encontrada por su padre y llevada a casa
de nuevo. Con el paso de los años prosiguieron los abusos hasta que un día, cuando Elisabeth contaba con
18 años, fue drogada por su padre y llevada a un zulo secreto de 60 metros cuadrados y 1’70 metros de alto construido en el sótano de la casa, donde fue esposada. Allí ha permanecido Elisabeth hasta el pasado 28 de abril.

Para excusar la ausencia de su hija, Fritzl contó que se había unido a una secta y que probablemente no volvería. Sin embargo la realidad era mucho más cruel… Elisabeth Fritzl permaneció encerrada en el zulo cuya entrada estaba protegida por una puerta de 1 metro de alto y se encontraba rellena de cemento lo que hacía que alcanzase 300 kilogramos de peso. Además, la puerta cuenta con un complicado mecanismo electrónico de apertura exterior y se encontraba escondida detrás de una estantería. En caso de que a su padre le pasase algo, la puerta tenía un segundo mecanismo electrónico que permitiría ser abierta desde dentro cuando transcurriese un tiempo y con ayuda de herramientas especiales.

Elisabeth ha estado 24 años encerrada, sufriendo las continuas violaciones de su padre llegando hasta el punto de tener siete hijos con él. Uno de los hijos murió al nacer y fue incinerado por su padre-abuelo en la caldera de la casa. Otros tres lloraban mucho y tenían una salud muy delicada por lo que antes de cumplir el año fueron sacados al exterior y dejados en el portal de la casa de los Fritzl a modo de abandono materno ya que además portaban una carta escrita por Elisabeth donde pedía a sus padres que cuidasen de sus hijos porque ella en la secta no podía hacerse cargo. De este modo, Josef Fritzl y su esposa Rosemarie adoptaron a tres de sus nietos y vivieron una vida aparentemente normal. Sin embargo los otros tres hijos no corrieron la misma suerte y han vivido con su madre sin ver la luz del sol hasta la pasada semana.

Josef visitaba frecuentemente “la mazmorra” de su hija, incluso llegaba a pasar noches enteras allí abajo: él era el encargado de llevarles comida y ropa. Es increíble como su esposa Rosemarie nunca se percató del hecho de que su hija desaparecida se encontraba ahí abajo, pero Fritzl no dejaba que nadie bajase al sótano, y aunque lo hiciese, la puerta de entrada al zulo estaba bien escondida en la cuarta habitación del sótano de la casa.

Sin embargo toda esta macabra historia de incesto y maltrato fue descubierta hace unos días, cuando la hija mayor de Elisabeth, Kerstin, enfermó gravemente y su padre-abuelo decidió llevarla al médico contando de nuevo la misma mentira: su madre Elisabeth, estaba desaparecida pero había dejado de nuevo a su hija Kerstin en su casa para que la cuidase y llevase al médico. En el hospital se descubrió que la chica de 18 años padecía una grave enfermedad relacionada con el incesto y que tenía problemas en piel y visión por falta de contacto con la luz solar. La enfermedad es muy grave, Kerstin se debate entre la vida y la muerte y los medios de comunicacion de la baja Austria hacen un llamamiento a su madre, que supuestamente está en una secta. De esta forma, Elisabeth implora a su padre que la deje salir del zulo para estar junto a su hija y Josef accede, presentándola ante Rosemarie como la hija que ha aparecido después de 24 años en paradero desconocido.

La sorpresa fue cuando al llegar al hospital se encuentran con la policía que había sido avisada por el doctor que trataba a Kerstin ya que sospechaba la situación. Elisabeth y Josef fueron detenidos e interrogados por separado y fue así como, tras asegurarle que no volvería a ver a su padre, ella contó toda la trágica historia.

Nunca nadie se había percatado de lo que sucedía en aquella casa de Amstetten. Los desechos producidos por los habitantes del subsuelo eran quemados por Josef en la caldera de la casa, la ropa de mujer que compraba durante sus viajes a Tailandia con sus amigos pasaba inadvertida con la excusa de que eran para una amante, la comida era llevada cuidadosamente al zulo y allí almacenada en el frigorífico o el congelador, sus noches en el sótano eran, supuestamente, para trabajar en unos planos por lo que a Rosemarie no parecía importarle la ausencia de su marido, aunque también es cierto que tenía prohibido bajar cuando él estaba en el sótano. Josef siempre tenía una coartada…

Pero toda esta historia es aun más escalofriante cuando se supo que Josef Fritzl había cumplido condena en la cárcel en 1967 por violación y que puede ser el culpable de la muerte de otra mujer encontrada en un lago varios años atrás. Además, se ha sabido que maltrataba a su mujer Rosemarie y a los siete hijos que tenía con ella.

En este momento Josef Fritzl, de 73 años, se encuentra en la cárcel pendiente de un juicio y amenazado por el resto de presidiarios ya que esta historia no es indiferente ni a aquellos que también son criminales.
Respecto a Elisabeth, se encuentra junto con dos de sus hijos y su madre Rosemarie, rodeados de especialistas (psicólogos, psiquiatras…) que los están analizando. Por último, Kerstin se encuentra en estado de coma, grave pero estable.


Parece el despertar de un mal sueño, de ahora en adelante la familia intentará integrarse en la sociedad y Josef, “el carcelero de Amstetten”, recibirá lo que merece.



Leonor Pinto Sánchez-Matamoros, 1ºBach. B.

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