martes, 20 de mayo de 2008

¿Fin a la violencia entre hermanos?

“El derbi acaba con una docena de detenidos”, “Detenidos y varios heridos en las postrimerías del Sevilla - Betis”, “Los estadios sevillanos, los más clausurados del país”…
Titulares tan vergonzosos como estos han sido habituales en los últimos años. Titulares penosos, que deben hacer que nos replanteemos la situación, titulares que dejan bien a las claras que hay un reducido grupo de seres, por calificarlos de alguna manera, que no deben tener permitida la entrada a un recinto deportivo.

En Sevilla, escuchar la palabra “derbi” significa mucho más que en cualquier parte del país o incluso de Europa. En la ciudad hispalense es una de las semanas grandes del año. Significa estar más pendiente que nunca de las declaraciones de unos y otros, los piques clásicos de barras de bar mientras disfrutas del desayuno o de la cerveza de mediodía, la “guasa” con la que la gente afronta este evento o los típicos nervios ante una posible derrota de tu equipo y lo que ello conllevaría los días posteriores, entre otras muchas cosas.

Por desgracia, y en los últimos años, lo mencionado anteriormente no cala en un sector reducido y determinado de ambas aficiones que, ante un partido de fútbol, relacionan la disputa del encuentro con destrozar el mobiliario urbano de camino al campo rival, prender fuego a las localidades del estadio o arrancarlas y tirarlas al terreno de juego, utilizar bengalas, agredir a la vigilancia del estadio…

Cuentan los más antiguos del lugar que siempre habían podido acudir al estadio del “eterno rival” con plenas garantías de que nada malo les iba a suceder, que todo trascurriría como debía ser, con total normalidad, una normalidad que durante algunos años ha sido imposible.

Pero parece ser que las aguas, por fortuna, han vuelto a su cauce. Desde principios de esta temporada las dos aficiones han vuelto a comportarse adecuadamente, hermanadas aunque la rivalidad sigue y seguirá presente siempre, como debe ser.

Lo que si parece triste es que para que esto se produjese haya tenido que ocurrir un suceso tan desgraciado como el que potenció este hermanamiento: la muerte de un futbolista, Antonio Puerta. Antonio murió y la familia sevillista sintió en todo momento el dolor y afecto de la parroquia verdiblanca. A partir de este instante todo parece haber cambiado.

En el derbi jugado en la primera vuelta, no hubo el más mínimo incidente entre las aficiones o entre cada afición con los miembros del cuerpo nacional de policía. En el derbi disputado en la penúltima jornada de liga en Heliópolis tampoco hubo que lamentar hechos graves, todo transcurrió con plena normalidad, como debe ser.

Esperamos de corazón que esta situación de rivalidad pero también de civismo y aprecio siga presente en las dos aficiones sin tener que acudir a la violencia, esto sólo mancha el nombre de las dos aficiones y el de la ciudad de Sevilla.

Álvaro González Vázquez

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